Historia de la papa

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En 1526 al llegar los españoles, al mando de Francisco Pizarro, quedaron maravillados por las hermosas terrazas sembradas de papas. Los primeros españoles que la probaron la aceptaron con agrado y la seleccionaron entre las “rarezas” americanas para enviar a España. Este tubérculo andino entró por el Puerto de Sevilla con el nombre quechua, papa, bautizada como patata. Pedro Cieza de León lo descubrió en 1553 como “excelente platillo para los indios y para algunos españoles”.
España después que encontró oro, plata y especies en sus colonias de ultramar, decidió establecer a españoles para explotar las minas y crear rutas marítimas donde circulaban los barcos piratas ingleses y franceses porque se apropiaban de los codiciosos metales. En los siglos XVI y XVII se escenificó en las Antillas una serie de luchas por el comercio de los productos americanos. La piratería surgió como una institución que pretendía apropiarse de los metales preciosos que se transportaban de América a España.

En 1565 el corsario inglés John Howkins (1532-1595) al atacar una armada española proveniente de Perú, se apropió de tubérculos que llevó a Inglaterra. Francis Drake (1540-1596) al capturar una escuadra española encontró cajas llenas de patatas, que al parecer las tomó como alimento para su tripulación. Un año después, el almirante Walter Raleigh (1554-1618) conoció la papa en las costas de Sudamérica, cuando buscaba El Dorado, pero fue al año siguiente cuando se empezó a cultivarse en Virginia.

Raleigh regaló a Thomas Hariot algunos tubérculos, quien los puso a disposición del botánico John Gerade. Raleigh alimentó a su tripulación con papas y las introdujo en la corte donde tuvieron aceptación. En 1596 Gerade realizó uno de los primeros estudios botánicos; hizo una descripción completa del tubérculo en su herbario. El botánico inglés le atribuyó poderes afrodisiacos y en ese sentido habla de la patata William Shakespeare en Las alegres Casadas de Windsor.

En Inglaterra se le denominó potatoes, derivación del nombre español. Se sembraron en algunos jardines reales y Raleigh la comió asada con mantequilla, acompañando las carnes de cordero, liebre, buey y cerdo. De Inglaterra pasó a Irlanda y a Escocia, aceptada por los campesinos irlandeses, maravillados porque el tubérculo soportaba bajas temperaturas; ya en el siglo XVII era indispensable en la cocina de irlandeses y escoceses.

En América la papa pronto fue conocida en las colonias españolas; los indígenas del sur y centro del Continente Americano la aceptaron. En la Nueva España no fue cultivada, aunque se han hallado plantas como silvestre en la cordillera volcánica del México central. En las islas antillanas sus habitantes corsarios, bucaneros y filibusteros se encargaron de sembrar la papa en ellas.

Al llegar a España en el siglo XVI aparece en los jardines botánicos. El botánico de Padua, en 1557, Geolano Cardano, la estudia y la bautizó con el nombre de Papas peruanorum. En los países europeos no la comían porque no se mencionaba en La Biblia. Sin embargo la cultivaron en las huertas de los monasterios con el fin de proporcionar sopas para los pobres. Así comienza la papa a vincularse con los pobres. La belleza de las flores intervino para su difusión; así se propagó en Aragón, Navarra y Castilla.

El botánico vienés Carolus Clusius la dibujó y clasificó como planta de los peruanos, y Gaspar Brahin (1560-1624), botánico de Basilea, la clasificó con el nombre en latín de Solanum tuberosum esculenton. El naturalista sueco Carlos Linneo (1707-1778) ratificó su nombre de Solanum tuberosum. Linneo vio a la papa con sospecha por pertenecer a la familia de las solanáceas, la relacionaba con sus peligrosas parientes como la belladona, la mandrágora y las daturas.

Francia se resistió a aceptar a la papa como alimento por considerarla venenosa, debido a que una familia campesina murió por comer los tubérculos expuestos al sol antes de una maduración; en efecto, la papa desarrolla y acumula un alcaloide llamado “solanina” que se reduce cuando madura y desaparece durante la cocción.

Sin embargo la papa salvó del hambre durante la guerra de siete años (1756-1763), conflicto bélico que enfrentó a Gran Bretaña y Prusia con Francia, Australia y sus aliados. Federico El Grande (1740-786) la conoció durante esta guerra y quedó maravillado, en 1756 distribuyó gratuitamente la simiente como parte de un programa de reforma agraria.

Antoine-Agustín Pormentier (1737-1813), farmacéutico famoso por sus inclinaciones gastronómicas, empezó a luchar por la papa cuando escaseaba el trigo, demostrando prácticamente la facilidad del cultivo del tubérculo, se popularizó en toda Francia, llegando a constituir una riqueza agrícola. Preparó un menú a base de papa, la famosa “sopa Parmentier” y “huevos a la Parmentier”. Gustaron tanto que el monarca declararía a la papa un mayor uso y exclusivo para la nobleza. Durante la Revolución Francesa propuso a la papa como alimentación para el pueblo.

En España, en 1785, Enrique Doyle había leído a Parmentier, defendió la papa ante el Real y Supremo Consejo de Castilla, recomendaba su cultivo por la seguridad de sus cosechas.

En Nueva España, José Antonio de Alzate, en abril de 1786, publicó un suplemento titulado Consejos útiles para socorrer a la sociedad, donde proponía el consumo de la papa, que además de los frijoles se pudiera usar entre los más necesitados.

La burguesía alcanzó su poder político en Europa. El poder dio origen al prestigio social de sus costumbres arrinconando los valores de cultura aristocrática. La papa experimentó una “ascensión social” al pasar a la mesa de los burgueses, pero persistió en las cárceles, hospitales y orfanatorios.

En el siglo XIX se desarrollaron y sintetizaron las primeras teorías científicas de la nutrición. La papa además de barata empezó a ser recomendada por sus cualidades curativas.

La papa se convirtió en algunos países como un símbolo nacional. En los sótanos de Rusia y de Suecia se inventó el vodka y el aguavit, licores de papa, con los que el tubérculo peruano logró triunfar con la alegría de las fiestas populares. En México logró incorporarse en los antojitos populares en las quesadillas y los tacos.

En Irlanda donde se convirtió en el cultivo principal, se vio en grandes dificultades cuando el hongo Phytophtora infestans destruyó sus cosechas. Se desató el drama, murieron alrededor de un millón de irlandeses.

El avance científico del siglo XX le dio a la papa su valor alimenticio. La ciencia de la nutrición la recomendó debido a su composición, el bajo contenido de grasa, poseer diversos tipos de hidratos de carbono y una alta concentración de vitamina C, rica en potasio. Además apreciada por las amas de casa por su bajo costo.

fuente: http://www.argenpapa.com.ar/default.asp?id=13912

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